Los socialistas utópicos condenaron las
situaciones de injusticia y miseria generadas por la sociedad industrial y
pretendieron acabar con ellas transformando las estructuras existentes. Aunque
algunos de estos socialistas utópicos creyeron que esta transformación debía
llevarse a cabo mediante acciones violentas y llegaron a perfilar el concepto
de lucha de clases, la mayoría de ellos era partidaria de la concordia y
colaboración entre las clases sociales como camino para conseguir un mundo
mejor. Veamos dos ejemplos:
OWEN, tras fracasar en su intento por
mejorar la vida de los obreros de la fábrica que él dirigía debido a la
oposición de los accionistas y tras ver cómo el estado hacía poco por implantar
una legislación que mejorase las condiciones de vida y trabajo de la población
obrera, se fue a Estados Unidos donde fundó New Harmony (imagen), una
cooperativa agrícola de tranajo colectivo, sin propiedad privada.
Incomprensiblemente para Owen, la experiencia resultó un fracaso
FOURIER ideó y puso en marcha los
Falansterios (imagen), comunidades agrícolas e industriales que agrupaban unas
1620 personas cada uno. El trabajo y la vivienda eran colectivos, aunque las
retribuciones eran diferentes. Cada persona trabajaba en oficios diversos;
especialmente, en aquello para lo que estaba más capacitado y más le agradaba.
Marx criticó a estos pensadores a los
que calificó de "utópicos" en sentido un tanto despectivo:
“Continúan
soñando con la experimentación de sus utopías sociales (…); y para la
construcción de todos esos castillos en el aire se ven forzados a apelar a la
filantropía de los corazones y de los bolsillos burgueses” (Marx-Engels, El
Manifiesto Comunista)
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