Textos
sobre la crisis de 1929.
“El
Congreso puede considerar el presente con satisfacción y encarar el futuro
con
optimismo, ya que la fuente principal para esta bendita situación sin
precedentes
reside
en el carácter del pueblo norteamericano.”
Calvin
Coolidge. Declaraciones. Diciembre de 1928.
“Hasta
durante los años de la prosperidad la situación de los campesinos se había
convertido en crítica; en el período 1927-1928, por ejemplo, un 45% de las transferencias
de la propiedad inmobiliaria fueron debidas a las quiebras, las ejecuciones
fiscales u otras causas del mismo tipo (...) Las fuertes bajas de los precios agrícolas
no representaron un aumento correspondiente de la demanda, y tampoco tuvieron
como consecuencia una disminución de la producción como ocurría en la industria,
sino que provocaron un incremento del cultivo, esperando compensar la pérdida
sobre el precio unitario, al aumentar la cantidad de unidades producidas”.
H.
Gideouse. Revista económica internacional. 1934.
Muy
pronto un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la
del país. Lo conocí por primera vez hacia 1926. Constituyó una sorpresa muy agradable
descubrir que era un negociante muy astuto... Todo lo que compraba aumentaba
de valor... Nunca obtuve beneficios. Parecía absurdo vender una acción a 30 cuando
se sabía que dentro de un año doblaría o triplicaría su valor.
El
día del hundimiento final, mi amigo Max Gordon me telefoneó desde Nueva York.
En cinco palabras lanzó una afirmación, que con el tiempo creo que ha de compararse
favorablemente con cualquiera de las citas más memorable de la historia americana:
“Marx, la broma ha terminado”.
Groucho
Marx Groucho y yo. Ed. Ariel.
“El
chófer del rico conducía con sus oídos puestos en los asientos de atrás para recoger
noticias sobre un inminente movimiento en Bethlemen Steel; él mismo poseía cincuenta
acciones por las que había depositado una aval que le cubría una variación de diez
enteros. El hombre que limpiaba los cristales de la ventana en la oficina del
agente de
cambio y bolsa hacía una pausa para observar los valores, pues estaba
considerando la
oportunidad de convertir sus escasos ahorros en unas pocas acciones de Simmons.
Edwin
Lefèvre (informador de la marcha de la bolsa) refirió el caso del criado de un agente
de cambio que ganó casi un cuarto de millón jugando en el mercado; el de una veterana
enfermera que consechó treinta mil gracias a las confidencias de agradecidos pacientes;
y el de un pastor de Wyoming que vivía a treinta millas del ferrocarril más próximo,
quien compraba o vendía miles de acciones en un día.”
Harper. Only
Yesterday. 1931. An Informal History of the 1920's
“Empero
existe más peligro de exagerar el interés popular por el mercado que de infravalorarlo.
El tópico de que en 1929 todo el mundo “jugaba en la bolsa” no es ni mucho
menos literalmente verdad. Entonces, como ahora, el mercado de valores era para
la gran mayoría de obreros, agricultores y empleados -es decir, la gran mayoría
de
los
norteamiricanos-, algo remoto y vagamente siniestro. Entonces, como ahora,
pocos sabían
cómo había que arreglárselas para comprar títulos; la compra de valores a plazo
y con
fianza era en todo caso un hecho tan alejado de la vida real de la masa de
población como
el Casino de Montecarlo. (...) De modo que sólo un millón y medio de personas -
de
una población de unos 120 millones de personas y de 29 a 30 millones de
familiasparticiparon activamente de alguna manera en el mercado de valores.”
John Kenneth
Galbraith. El crack del 29.
“Edward
Stone, importante especulador bursátil, llegó a casa a las seis de la tarde
del Jueves Negro. Con los ojos enloquecidos gritó a su hija Edith:
-
No podemos conservar nada. No tengo ni un centavo. La Bolsa se ha hundido.
Nos
hemos quedado sin nada. ¡Nada¡ ¡Voy a matarme¡ Es la única solución. Tendréis
el
seguro...
Y
echó a correr en dirección a la terraza (...). Un paso le separaba de la
barandilla cuando
Edith logró agarrarle un pie y retorcérselo hasta derribarlo (...). Entonces intervino
la esposa, que le abofeteó repetidas veces y, al fin, Edward Stone empezó a reaccionar
(...). Todo había pasado en menos de cinco minutos. Comenzaron a llegar los criados,
a quienes hubo que decir que se había caído.
Al
final, ya más calmado y en su habitación junto a su mujer e hija, logró contar
lo
ocurrido. Estaban en la más completa miseria. Ese día había perdido más de
cinco
millones
de dólares.
Gordon
Thomas. El día en que se hundió la Bolsa. 1984.
“Nada
hacía presumir en aquella apacible mañana otoñal del jueves 24 de octubre,
que pasaría a la historia como una de las fechas negras del siglo, el jueves negro
de Wall Street.
La
sesión bursátil se inició de forma sostenida, pero en seguida afluyeron grandes
cantidades de papel y se hundieron los precios. Los angustiados es peculadores arrojaron
sus títulos sobre las mesas de contratación. El ticker (teletipo) se retrasó.
Los agentes
de bolsa exigieron garantías para los títulos a crédito y ante la imposibilidad
de obtenerlos,
volcaron nuevas remesas de papel sobre la bolsa, ocasionando nuevas bajadas.
Y así ola tras ola, levantando una tempestad más fuerte e incontrolable.
En
la calle se originaron tumultos entre especuladores y curiosos que se arremolinaban
en Wall Street. La policía tomó medidas. Entre los corrillos circuló el rumor
de que once especuladores arruinados se habían suicidado. A las 12'30, para controlar
el follón, se ordenó desalojar las dependencias de la bolsa reservadas al público.
Uno de los que salió a la calle fue Winston Churchill, que pocos meses antes había
abandonado el Ministerio de Hacienda británico.
Churchill
se admira del “orden y la calma sorprendentes” que, dada la gravísima
situación,
mantenían los especuladores que estaban allí (...) ofreciéndose unos a otros
paquetes
enormes de acciones a un tercio de sus antiguos precios y a la mitad e su valor
actual
y sin encontrar durante muchos minutos a nadie lo bastante fuerte como para
recoger
las fortunas que se veían obligados a ofrecer”. Churchill, que llevaba tres
meses
en
América dando conferencias y visitando amigos, había obtenido unas ganancias de
na
5.000 libras jugando a la bolsa. Debió perderlo todo en el crack, pero jamás lo
hizo
público.”
David
Solar. El crack. Historia Universal del siglo XX. Historia 16.
“Para
aquellos de nosotros que vivimos los años de la Gran Depresión, todavía resulta
incomprensible que la ortodoxia del mercado libre, tan patentemente desacreditada
entonces, haya podido presidir nuevamente un período general de depresión
a finales de los ochenta y principios de los noventa, en el que se ha demostrado
igualmente incapaz de aportar soluciones. Este extraño fenómeno debe servir
para recordarnos un gran hecho histórico que ilustra: la increíble falta de
memoria de
los teóricos y prácticos de la economía. Es también una clara ilustración de la necesidad
que la sociedad tiene de los historiadores, que son los “recordadores”
profesionales
de lo que sus ciudadanos desean olvidar.”
E.
Hobsbawm. Historia del siglo XX.
“Y
entonces los desposeídos fueron empujados hacia el oeste (...). Carretadas, caravanas,
sin hogar y hambrientos, veinte mil, cincuenta mil y doscientos mil (...).
Corriendo
a encontrar algún trabajo para hacer –levantar, empujar, tirar, recoger,
cortar–
cualquier
cosa, cualquier carga con tal de comer. Los críos tienen hambre. No tenemos
dónde
vivir. Como hormigas corriendo en busca de trabajo y, sobre todo, de tierra
(...).
Los
hombres, que han creado nuevas frutas en el mundo, son incapaces de crear un sistema
gracias al cual se pueda comer. Y este fracaso cae sobre el Estado como una
gran
catástrofe (...). Y en los ojos de la gente hay una expresión de fracaso, y en
los ojos
de
los hambrientos hay una ira que va creciendo. En sus almas las uvas de la ira
van desarrollándose
y creciendo y algún día llegará la vendimia.”
John
Steinbeck, Las uvas de la ira, 1939.
“En
definitiva, una cosa está clara sobre esta dramática experiencia. Hasta bien entrado
el otoño de 1929 la recesión fue limitada: modesta en la actividad económica en general
y ligeramente apreciada en el índice de desempleo. Hasta noviembre se pudo argüir
que no había ocurrido nada del otro mundo. La economía, como dijimos, ha sufrido
similares recesiones. Pero, a diferencia de esas otras ocasiones, en 1929 la recesión
se prolongó insospechadamente y siempre empeorando. Este es el rasgo fundamental
específico de la experiencia de 1929.”
J.
K. Galbraith. El crack del 29.
“El
verano de 1932 fue probablemente el punto más bajo de la depresión. Todo era
muy sencillo: nadie tenía dinero. El que sería el último gobierno republicano
en el curso
de dos décadas estaba a punto de recibir el finiquito, sin ideas, y para
nosotros como
si dijéramos en el cubo de la basura, falto incluso de la retórica de la
esperanza.
Los
recuerdos que tengo de aquel año (...) Me configuraban una ciudad fantasma que poco
a poco se iba cubriendo de polvo, manzana tras manzana, cada vez con más rótulos
de SE TRASPASA en sucios escaparates de tiendas y talleres abiertos muchos años
antes y en la actualidad cerrados. Fue también el año de las colas en las
panaderias,
de
hombres sanos y robustos que formaban en batallones de seis y ocho en fondo a
lo largo
del muro de algún almacén, en espera de que este o aquel organismo municipal improvisado,
o el Ejército de Salvación o cualquier iglesia, les diese un tazón de caldo o un
panecillo.”
“Por lo tanto, la nación entró vacilante al
segundo invierno de la depresión y el
desempleo
comenzó a volverse una forma de vida (...) Pero el frío era terrible en las
viviendas
sin calefacción, en las posadas que olían a sudor y desinfectantes, en los
parques,
en los furgones vacíos y a lo largo de los muelles. Sin dinero para el
alquiler,
los
hombres sin trabajo y todas sus familias comenzaron a levantar barracas donde
encontraban
tierra desocupada. A lo largo de los terraplenes de los ferrocarriles, al lado
de
los incineradores de desperdicios, en los basureros de las ciudades,
aparecieron
poblados
de cartón embreado y hojalata, cajas viejas de empaque y carrocerías de
automóvil
inservibles. Algunas barracas eran ordenadas y limpias: por lo menos la
limpieza
era gratuita; pero otras eran de una sordidez que desafiaba toda descripción,
con
los olores de la pobreza y de la rendición. Símbolos de la Nueva Era, esas
comunidades
recibieron muy pronto un nombre sardónico: se las llamó Villas Hoover, y
de
hecho en muchos casos solo los afortunados podían encontrar refugio en ellas.
Los
infortunados
pasaban las noches amontonados ante las puertas, en cajas de empaque
vacías
o en furgones. En las filas de pan y en las cocinas populares, muchas horas de
espera
traían una escudilla de papilla a menudo sin leche o sin azúcar y una taza de
hojalata
con café. (...) Ese segundo invierno vio a los habitantes de Chicago que
escarbaban
con palos y con las manos los montones de basura cuando se alejaban los
camiones
del servicio de limpieza.“
Arthur
M. Schlesinger, Jr. La crisis del orden antiguo 1919-1933.
“¿Tú
crees que el hambre es necesaria? ¿Quizá la has conocido ya? Veinte millones
de alemanes tienen hambre como tú (...) Mañana, volverás a la oficina de colocación
y te apuntarás. Aparte de esto, no tendrás nada más que hacer mañana (...) El número
de parados ha aumentado en cuatro millones. ¿Crees tú que este número bajará si
no cambian los métodos? (...). Tenemos todo lo necesario: la tierra que produce
el pan,
las manos que trabajan, las máquinas que podrían fabricar en abundancia todo lo que
nos hace falta. ¿Por qué, entonces, estar hambrientos? (...) ¿Te parece todo
esto normal?
Entonces ve y vota por quienes han hecho una política que no ha cambiado en nada
nuestra miseria, sino que por el contrario, la aumenta cada año. Pero si te
queda tan
sólo un rayo de esperanza, ¡entonces vota a los nacionalsocialistas¡ que
piensan que todo
esto se puede cambiar. ¿Qué dice Hitler de esta situación? ¡No dice nada¡
¡Adolf Hitler
haría algo¡ ¡No se quedaría quieto esperando que extranjero tenga ganas de chuparnos
todavía más dinero¡ Lo que haría Adolf Hitler está todo preparado y a punto.
Hitler
solo espera el día en que tú decidas por él, para poder ayudarte.”
Propaganda
nazi en las elecciones de Prusia. Abril de 1932.
Nuestra
mayor tarea, la primera, es volver a dar trabajo al pueblo... Ello puede realizarse,
en parte, mediante una contrata directa a través del gobierno, como en caso de
guerra, pero al mismo tiempo llevando a cabo mediante esta contrata los
trabajos más necesarios
para estimular y reorganizar el uso de nuestros recursos naturales.
Paralelamente
a esta acción (...) debemos esforzarnos para que se haba un mejor uso de
la
tierra por aquellos que son los más aptos para ello.
Es
posible trabajar en esta tarea mediante esfuerzos precisos para elevar el precio
de los productos agrícolas y, con ellos, el poder de compra que absorberá la producción
de nuestras ciudades.
Es
preciso trabajar en ello poniendo término real a la tragedia de la creciente
desaparición,
por quiebra, de nuestras pequeñas empresas y de nuestras granjas.
Es
necesario trabajar en ello induciendo a las administraciones federales, de los
Estados
y locales, que reduzcan enérgicamente sus gastos (...) Se debe trabajar en ello
estableciendo
un plan nacional y una supervisión de todas las formas de transporte y
comunicaciones
y de otras actividades que presenten claramente un carácter de servicio
público.
F.
D. Roosevelt. Discurso inaugural, 4 de marzo de 1933.